
Me gusta conocer los sonidos que me rodean, los que moldean mis días. A pesar de padecer de un tinnitus persistente y de carecer de audición en algunas de las frecuencias más agudas, me he dado a la tarea de estudiar mi cotidianidad a través de los sonidos. De diseccionarlos, interpretarlos, adivinarlos o precisarlos.
He desarrollado un análisis más o menos acertado, una cartografía sonora del día al día.
Dichos sonidos le dan estructura a mi día, le dan vida a la vida. Al inicio de la pandemia, la ausencia de algunos de estos sonidos me llenaban de una incertidumbre y de un miedo voraz. Aunque con el tiempo, me supe relacionar con su ausencia, me supe relacionar con su silencio, que hayan regresado a la vida significa una pizca de actividad, de movimiento y de vitalidad.
Exterior/ Calle Iztaccihuatl/ Avenida Matehuala
Las palomas que cantan apenas sale el sol.
Las campanadas de las 8am de la iglesia de la colonia
El sonido de los niños de la escuela de enfrente jugando en su clase de educación física, sonido ausente por poco más de un año.
El sonido del carrito de “Las tortillas calientitas de maíz” a las 9:30am y luego a la 1:00pm
El “Ave maría” (versión extendida) de las campanas de la iglesia a 12pm y a las 6pm, todos los días sin falta. Recuerdo cuando dejaron de sonar el año pasado por el inicio de la enfermedad y lo macabro que resultaba su ausencia.
El panadero con el pan, con la canción de Alicia Villarreal a tope, dándonos en la madre al home office o a cualquier video llamada en curso.

Planta alta/interior
Las patitas de Lupo corriendo por la duela, al iniciar cada día de su vida con un ánimo sin precedentes
El molino del café, moliendo la ración del día
La licuadora sonando mientras Pedro, con un ánimo sin precedentes, no puede esperar a probar su nueva salsa. “En esta casa, el tiempo se mide por las salsas y su duración” -Dice con una razón absoluta.
Pedro cantando, silvando tocando la guitarra mientras Lupo come
Los sonidos en mi suelo, los sonidos en nuestro espacio compartido. Sonidos amorosos, sonidos que dan pauta, que dan ritmo, que le dan sentido y coherencia a la existencia. Lugares sonoros seguros y activos.
Me he dado, también, a la tarea de precisar la vida de mis abuelos a través de los sonidos que suenan desde su casa y que se cuelan a la nuestra. De hecho, puedo asegurar que el desarrollo de la interpretación de estos sonidos, ha sido una herramienta eficaz, primordial y casi de llamada de primeros auxilios para el cuidado de mis abuelos.
Planta baja/interior
La llamada de la tía Magda a mi abuelo todos los días de la semana, alrededor de las 8:30am. La escucho desde mi baño decir “Cuñado! ¿Cómo amaneciste?¿Cómo durmieron?”
El estridente sonido de los estornudos de mi abuelo por las mañanas
Los gritos de mi abuelo tratando de levantar a mi abuela, alrededor de la 1pm, indican que es hora de bajar corriendo a ayudar.
El abuelo gritando “WARA!” haciendo referencia a la palabra “agua” en inglés, pidiendo una cerveza a quien esté en turno trabajando/acompañando.
El sonido de las mesitas de madera moviéndose, señal de que están a punto de comer
Cuando entra una llamada, puedo escuchar el accionar de los torpes y gruesos dedos de mi abuelos. Botón verde para contestar, pulsar dos veces para activar el altavoz, “BUENOOOOO?!” El abuelo por fin pudo contestar la llamada, y su saludo funciona casi como un grito triunfal de que logró hacerlo
Llamada de corta duración y de hablar sobre lo que comieron, es mi papá.
Llamada de larga duración y de muchos gritos, es su hermana, la Chata.
Llamada de media duración y de hablar de futbol, es mi cuñada, Paty o mi primo Tito
Llamada de media duración y de hablar de malestares y achaques, es mi mamá.
Llamada de media duración y de muchos gritos, le marcó a su hermano Lalo para animarlo.
Por las noches, los escucho hablar mientras tratan de dormir. Mi corazón se acelera cuando escucho a la abuela decirle al abuelo “Llévame a mi casa, esta no es mi casa”
Mientras tanto, sostengo una conversación en mi interior, con un ser superior de dudosa existencia. Pido que se quede dormida, que no se levante, que se quede en cama. Espero que regrese a su cuerpo, espero que su mente se calme de la tormenta de desconocimiento que la arrebata de sí misma, de nosotros.
Conozco sus conversaciones, conozco sus vidas. Soy esa vecina metiche que conoce sus sonidos y sabe que algo no anda bien cuando no suenan o cuando suenan a deshoras. Uso mis oídos para salvaguardarlos.
Este mapa sonoro, apunta al cuidado. De los sonidos que han ido apareciendo y desapareciendo de siete años para acá. De las necesidades de cuidado que se han ido presentando y al final, del amor a esa escucha de sonidos rutinarios.