Quiero hablar, quiero escribir y sentipensar sobre las canciones.
Quiero hablar de las voces que cantan con cierta carga emocional.
¿Por qué no puedo dejar de hacerlo?
¿Por qué me obsesiono desmesuradamente con las canciones?
El escenario, es el dÃa a dÃa.
EspecÃficamente en las noches .
EspecÃficamente cuando no puedo dormir.
EspecÃficamente en las noches cuando siento que el vacÃo me quiere comer.
Me reencuentro con una playlist que hice de Villagers
en el 2016.
Un repertorio de las canciones que más habÃa escuchado aquel año.
Darle play a los audÃfonos en nivel medio.
Volverme a dejar conmover.
Volverme a conectar con mi versión adolescente que se arrullaba con discos.
La voz me invita a dejarme caer. La voz me invita a soltarme en una constante tensión.
Las reverberaciones y los contrabajos se sienten en la caja torácica. Vibran en los tÃmpanos.
Me duermo a la mitad del playlist después de meses sin conciliar el sueño.
Dejo que la música me siga hablando dormida.
Porque hay rincones del espÃritu a los que solamente se llega a través de dormirse/morirse de vez en cuando.
Repito este mismo ritual todas las noches de los meses de enero a marzo del presente año.
Me vuelco en ese momento.
Escucho la música, pero la realidad es que la música me escucha a mÃ.
Me desemboco, me deshilacho, me deshago con cada frase de sus canciones.
Me repito ¿Por qué me obsesiono obscenamente con la música?
Me da igual la respuesta. Me restauro completamente con ella.
La noche, entonces, se vuelve el momento favorito del dÃa. Porque es mÃo.
Porque se abren espacios y se abren nuevas formas de pensar la vida. De concebir la realidad.
Porque hay sentido de vitalidad y también de pertenencia, y también de identidad, y también de un montón de cosas que permanecen en el misterio.
Conmigo los audÃfonos, conmigo los discos, conmigo Villagers y conmigo toda la música que se ha escrito.
