El pasado 17 de Marzo, presenté mi libro "Club de amigos con papás divorciados" en la UANLeer.
Me acompañaron mis muy queridos Juan H. Villar y Yennifer Pérez a presentarlo.
Amistades unidas por la literatura, la música, la cerveza y las series.
Juan leyó este bello texto en mi presentación, y que ahora, muy amablemente compartió por insistencia mía, para publicarlo por aquí y que quedara registro del mismo.
Me conmovió mucho al escucharlo, honestamente apreté las lágrimas.
Las fotografías son, como siempre, de mi muy querida Rosalinda Olivares.
Gracias amistades y familia que siempre acompañan y escuchan.
Habito el fin del mundo
Habito el fin del mundo. Vivo en una ciudad construida con dolor, como dice la canción.
De personas enojadas queriendo tener la razón. Pero antes del fin del mundo, o mejor dicho, en el inicio del fin del mundo, habitaba un espacio pequeño, una habitación donde me resguardaba del fin.
Nada de mi colindaba con los “demás”.
Entonces llegó a mí un paquete con un libro que en ese entonces tenía una pasta roja.
Un pequeño fanzine de garabatos y una postal que animaba a quedarnos en casa.
Ese libro era este libro, o algo que luego se convirtió en este libro.
En la soledad de una pandemia yo encontré, más que un libro, una membresía al selecto club de hijos con papás divorciados.
Pido perdón por hablar de mí en la presentación de Laiza, ¿Qué le vamos hacer?
Son las desventajas de escribir libros que no son libros, que son más bien espejos, membresías rojas o moradas de clubs, puentes, ventanas, covers de canciones tristes hechas libro.
Escribir todo, menos libros que sólo son libros. El día que mis padres se divorciaron, mejor dicho, el día en el que cumplí el único requisito para entrar al club, mi padre me prohibió llorar.
Sentados en la sala de la casa, se dio la noticia y la forma en la que se harían las cosas. Yo me mordí el labio hasta sangrar, pero no lloré. Muchos años más tarde, sentado en la sala de lo que ahora llamo mi casa, me puse a llorar después de leer una parte de este libro en la que Laiza le escribe a su pareja “Poco quedaría de mí sin ti”. Dejé que el niño asustado que se mordía el labio se pusiera a llorar, abracé la tristeza y luego, cuando pasó el pequeño chubasco me sentí acompañado. Porque entendí, con esas palabras, que poco hay de mí sin los demás.
Cuando la idea de la familia colapsa, queda un eco extraño en no sé qué parte del estómago, un pequeño huequito que cuesta habitar, una soledad difícil de explicar.
Habito el fin del mundo y no tengo respuestas a casi nada, ¿Qué es una familia? No lo sé, a lo mejor son dos o tres personas, un club imaginario, una idea que me conecta a los demás. Regla número uno del club: No dejar nuestro corazón agitado, solo en el agua.
Juan H. Villar. Marzo 2023