
Me pasa, cada tanto y muy seguido, que las cosas me conmueven.
Me conmueven de manera anormal.
Me conmueven de manera estruendosa.
Me conmueven hasta el centro de mi existencia.
En los primeros meses de encierro por la pandemia, obviamente y como fue el caso de numerosas personas, busqué distintas formas de entretenimiento y de pasar el tiempo.
El fútbol, evidentemente dejó de ser una de ellas, pues la liga se suspendió en su totalidad, y por primera vez en el mundo, no se transmitía ningún partido por la televisión.
Pasa a veces, como todo en la vida, que llega un momento en donde topamos con pared. Nos paralizamos.
La realidad nos alcanza:
Perdemos amigos, dejamos relaciones, enfermamos, nos dejan abuelas, tías y seres queridos en el camino.
Fue en uno de los puntos de quiebre de todas estas relaciones, que en el intento de sentirme mejor, navegando por youtube las noches de marzo del 2021, encontré un vlog de los viajes de Tigres femenil.
Recuerdo la forma en que inmediatamente cambió mi semblante al ver el video.
Ver a las jugadoras bromear, bailar, reír, jugar y dejarlo todo en estadios completamente vacíos, me llenó de una esperanza revitalizadora.
Fueron esos vlogs, un refugio, un lugar seguro, un abrazo calientito al corazón y justo lo que necesitaba para echar andar la vida. Fueron justamente, un parteaguas para construir mis relaciones desde otro lugar. Para construirme a mí misma desde otro lugar.

Si bien, tiendo a romantizar las cosas, he aprendido a asignarles el lugar que les corresponden. Al menos, me encuentro en el complejo proceso de “des romantizar” las cosas y más bien, dejarme tocar por las experiencias en su totalidad.
Las Amazonas me han conmovido hasta el centro de la vida misma. No es romantización, es un mero hecho. Tienen un fuerte impacto en la vida de las personas. Especialmente en la vida de mujeres y niñas, ya que nos enseñan a triunfar a través de su ejemplo. Nos enseñan a tomar espacios que históricamente se nos han negado, a través de su propia lucha de tomar el espacio de la cancha de fútbol.

Fotografía Eleven Legends

Son pioneras, magas, alquimistas y creadoras.
Se permiten triunfar como equipo y al mismo tiempo, formar vínculos afectivos profundos dentro y fuera de la cancha.
Las quiero porque me recuerdan todos los días que yo, que todas, tenemos fuerza física y fuerza interior. Virtudes que la sociedad, la cultura, el día a día, se ha encargado de decirnos todo lo contrario.
Me recuerdan que la vida es compleja, a veces insoportable, pero que yo misma poseo la fuerza necesaria interior para buscar razones y seguir.

Pareciera exageración, pareciera romantización, probablemente lo sea, pero sí que el tener a referentes de mujeres ejercitando su fuerza, logró lo imposible: que yo misma incorporara el ejercicio como un hábito en mi vida.
Las quiero, aunque sé que este equipo, este específico grupo de jugadoras, como todo en la vida, cambiará, estas Amazonas son y serán una de las inspiraciones y de los referentes de mujeres más grandes en el trayecto de mi vida.
Las quiero mucho. Las queremos mucho. Gracias por hacernos soñar en grande.
